El Concejo deshizo en menos de 24 horas el veto de Arroyo que eliminaba la bonificación docente. Los responsables de la derrota oficialista quedaron claramente a la vista. Autoridades bonaerenses explicitaron su enojo con la gestión local.
por Ramiro Melucci
La gestión municipal es tan turbulenta que la cachetada que recibieron en el Concejo los secretarios de Hacienda y Educación parece formar parte de un pasado lejano. Sucedió hace apenas cinco días. Y fue el inicio de una sucesión de infortunios que volvieron a poner a Arroyo en el medio de una tormenta política.
La derrota legislativa del martes tuvo dos responsables excluyentes: el intendente y el impredecible articulador de las finanzas locales. Arroyo encendió la mecha al firmar un día antes de la interpelación de sus funcionarios el veto que volvía a eliminar la bonificación de los docentes municipales. Mourelle, con sus provocaciones, terminó de provocar el estallido de un recinto colmado de docentes irritados, opositores y oficialistas que ya no comulgan con el arroyismo.
Acción Marplatense, el bloque que propuso la moción de hacer añicos el veto de Arroyo en plena interpelación, no había llegado con esa intención. El radicalismo, sin cuyos votos era imposible asestar el golpe, mucho menos. Pero la irritación que despertó Mourelle los convenció de que no había que esperar hasta la próxima sesión.
La aprobación por insistencia de la bonificación docente con una abrumadora mayoría de votos era el dato primordial de la semana hasta que la vorágine de una gestión descontrolada aportó nuevos cortocircuitos con la Provincia y el radicalismo.
Un día después de la interpelación, Mourelle asistió a la comisión de Hacienda para responder consultas sobre el presupuesto. Habló en un tono bajo y monocorde. Era evidente que había acusado el impacto. Que venía de una
noche de cargada de tensión, discusiones y reproches.
Buscó ser técnico y evitar las confrontaciones, pero en el marasmo de números mencionó “recortes” de la Nación y la Provincia. Sus palabras generaron malestar en autoridades provinciales, que no le respondieron de manera directa sino a través de Guillermo Montenegro.
Pero ese episodio terminó siendo menor comparado con el que vendría después. El subsecretario de Seguridad municipal, Marcelo Lencina, anticipó el cierre de la escuela de policía Juan Vucetich. El ministro Cristian Ritondo rumiaba rabia el viernes al mediodía en el hotel céntrico donde se realizó el Congreso de Seguridad Interna: no lograba comprender cómo un funcionario local formulaba un anuncio sobre un bien que no es propiedad de la comuna. Por eso estalló cuando le preguntaron por ese anuncio: “A mí me encantaría que alguna vez aporten un peso en algún lado y después hablen”. No es necesario buscar en el archivo: es la frase más fuerte que se haya escuchado en público de un funcionario de Vidal contra la gestión local.
Mientras, Mourelle se ocupó de agrietar aún más el vínculo con el radicalismo. Fue cuando le endilgó al ex intendente Daniel Katz una maniobra para asumir en reemplazo de Elio Aprile. La declaración sacó de su moderación habitual al nuevo presidente del comité local de la UCR, Ariel Martínez Bordaisco. “Se ha convertido en una caricatura de sí mismo”, dijo sobre Mourelle.
En el partido centenario lamentan que Arroyo nunca haya desautorizado en público ninguna bravuconada de Mourelle. Esta vez no solo acentuó las diferencias que Arroyo tiene con concejales y dirigentes de la UCR. También desnudó una controversia en el gabinete, donde hay dos radicales que formaron parte del gobierno de Katz: el secretario de Gobierno, Alejandro Vicente, y el de Obras, Guillermo de Paz. Vicente le recomendó a su par de Hacienda que se ocupe del aspecto técnico de las finanzas municipales y evite los comentarios políticos. Sobre todo los que refieren a un tiempo en que Mourelle ni siquiera soñaba con ser funcionario en Mar del Plata.
En el comienzo de la semana habían llegado de La Plata noticias de alivio. Eran las vinculadas al presupuesto bonaerense, que aprobó la Legislatura. A último momento se modificó el artículo que establecía que los municipios absorberían los subsidios al transporte y la tarifa social. La nueva letra dice que la Provincia se hará cargo del monto que este año aportó Nación. El incremento que los subsidios experimenten luego (por el aumento del gasoil, por ejemplo) sí quedará en manos de los intendentes.
En la comisión de Hacienda, a Mourelle le deslizaron que en algún momento deberá incorporar ese monto en las previsiones presupuestarias. Al secretario no le pareció urgente. En cambio, dejó entrever la intención de que lo absorban los usuarios.
Los legisladores también tomaron otras determinaciones de último momento: tacharon el tope al aumento de tasas municipales y modificaron un artículo para no demorar los certificados de obras convenidas con la Provincia. Aspectos que para el oficialismo son bienvenidos en la siempre enmarañada discusión del presupuesto municipal.